jueves 7 / febrero / 2013
También los hay desgarbados, y pequeños, con las patitas cortas.
Pero tienen alas, igualmente.
Estos son los pegasunicornius.
Fotografía: Álex Bohe.
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pegasunicurnius, en realidad
En realidad no es el cuerpo,
es la música que oyes cuando la ves.
En tus recuerdos va a cámara lenta,
aunque en algunos puntos casi vuele,
se le vuele la ropa del impulso
que toma para correr
a través de los sueños
y hacerse el hueco
necesario
donde descansan
los pequeños salvajes
al caer la noche
cuando la dejan caer,
o
al entrar el día
si es que acaso
lo dejan entrar
-les gusta rebelarse contra eso
y algunas otras cosas-.
En realidad no es el cuerpo,
o la ropa, o la ausencia de ropa,
que sea bella, que tenga prisa
y te guste verla moverse
como un animal salvaje.
es la música que oyes cuando la ves.
En tus recuerdos va a cámara lenta,
aunque en algunos puntos casi vuele,
se le vuele la ropa del impulso
que toma para correr
a través de los sueños
y hacerse el hueco
necesario
donde descansan
los pequeños salvajes
al caer la noche
cuando la dejan caer,
o
al entrar el día
si es que acaso
lo dejan entrar
-les gusta rebelarse contra eso
y algunas otras cosas-.
En realidad no es el cuerpo,
o la ropa, o la ausencia de ropa,
que sea bella, que tenga prisa
y te guste verla moverse
como un animal salvaje.
En realidad no es el cuerpo,
es la música que oyes si
la sueñas
o
la imaginas.
es la música que oyes si
la sueñas
o
la imaginas.
Lo que no deja
de ser lo mismo.
de ser lo mismo.
No es la poesía,
es la palabra
con la que carga
aunque no quiera.
es la palabra
con la que carga
aunque no quiera.
Un arma.
Puede
que sea lo mismo.
Puede.
que sea lo mismo.
Puede.
▼ Alicia G.
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Y así, con un trikini de Yves Saint Laurent del que no recuerdo el nombre -que lo tiene-. En una escalera de un edificio modernista, de otro de las mismas características pero en ruinas, de un hotel o de un porche -o porchá- de una urbanización cercana a la ciudad de Elche. Con bi o trikini, lo que nos dé la gana, porque somos dueñas de una vasta extensión de tierra aquí mismo, en ésta
nuestra cabeza. O de una humilde finca con tres bancales, uno de ellos de césped, para tirarnos y que nos pique todo el cuerpo después.
Tengo uñas para salvarnos.
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