You didn't know where to go.
Walking around in this flag-waving town,
I saw you waiting for a train.
And you disappeared.
Your face pressed up to the window.
You went so far away,
and I want to come there too,
I want to be with you
[...]
It could be home, it could be home, it could be home, it could be home...
Electralane - To the East
después el amanecer
que de mis brazos te lleva,
y yo sin saber qué hacer,
de aquel olor a mujer,
a mango y a caña nueva
con que me llevaste al son
caliente de aquel danzón
Chavela Vargas- Macorina
después el amanecer
que de mis brazos te lleva,
y yo sin saber qué hacer,
de aquel olor a mujer,
a mango y a caña nueva
con que me llevaste al son
caliente de aquel danzón
Chavela Vargas- Macorina
to the east
Es una opción posible, de facto,
cruzar el este, quedarse en él,
viajar en tren al infinito
durante más de un siglo que es
un día entre raíles, raíces, historias
de lo (que ya no es) nuestro
-qué bien,
ya no hay sarcasmo en lo que escribo-.
Aquí -allí- una ola de calor no es nada
parecido a una ola de las nuestras.
Aunque haga frío en este agosto
que recorro con las manos,
que quemo, que me quemo,
¿o no lo ves?
No lo ves. Tampoco importa.
Aquí, allí, no hay nada igual.
Ahora eres otra.
Ahora mueves ficha,
jaque! el mate envasado,
con algo de gas y cierto sabor dulzón
(a mango y a caña nueva).
Vuelve a empezar
-eternal recurrence- lo que crees
que era tu vida, ¿y qué es creer?
-y lo que es mucho peor:
¿en quién?-.
Mueves la ficha
de nuevo, umh..., y huele a nuevo,
nada de metértela en la nariz!
como cuando eras una niña.
Tienes cinco años,
una regresión y una ficha clavada
en la nariz, y otra en el pecho,
llegas a urgencias, una camilla.
No puedes respirar.
No es ansiedad.
Ahora.
Es alegría.
{Y escapas}
Alicia G.
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