Todo cambia constantemente, todo fluye,
todo nace y se destruye, lo dijo Heráclito,
lo digo yo al compás de algún fracaso,
lo dice el tiempo,
también la primavera que nace y muere
cada día salteado de este mes de marzo,
-también la calavera que hay entre mis manos*-.
Todo vuelve hacia su origen,
todo de-viene en-de él.
Y es que con los sentidos no basta,
es necesario ver más.
Más allá, de la sombra, del tiempo,
del hecho aislado, de la reverberación,
llegue ésta de la luz o del sonido.
De las mentiras que nos contamos
cada noche antes de dormir.
Quede aquí reivindicado el poder
de las sombras y no sólo el de la luz
para alumbrar el mundo.
Es en lo tenue, en lo incierto,
donde nos conocemos, sabemos más,
también en las palabras
-el "logos" guiando al resto ciego-;
por eso las trabajo, les doy vueltas
y consigo marearme más de una vez y diez.
Simplicidad, si puede ser.
Así lo dijo "el Oscuro", Heráclito:
"Panta rei" (πάντα ρεῖ).
Y con esta máxima, sí,
en mi mente grabado a sangre
-tinta indeleble-
tu tatuaje en el costado.
Pero a esto no lo llamaré
todavía fracaso,
todavía en ciernes.
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*verso del poema "Canción para una discoteca" de Leopoldo María Panero, que se repite, como tantas otras cosas, como un loop (como fue concebido el poema que salió de él, presente en Sombras cuarteadas de neón), en mi bio-bibliografía.
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