amores destilados por Txus García

La bella poeta Txus García me dedicó una reseña (completa, en este link) con motivo de mi presentación en Sevilla hace más o menos medio mes. Quise integrarla bien, releerla. Son muchas cosas, muy bellas y también duras (¿acaso no lo soy yo?), las que dice de lo que tengo que decir en Sombras cuarteadas de neón, mi segundo libro de poesía. La releo para colgarla aquí, me resulta difícil escoger fragmentos, no picar el texto al completo. Estoy -sigo- agradecida, deslumbrada por sus palabras como si acabara de ver el neón más preciado, precioso. Completamente cegada. Aquí va casi la totalidad de la misma. Pero mejor: léanla en su blog y de paso se hacen una idea, trasteándolo, de todo lo que tiene que aportar esta mujer excepcional. A la que amo sin haberla tocado apenas. Ya habrá tiempo.

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La última amazona urbanita: Sombras cuarteadas de neón

No lo hago nunca, porque soy muy de "mimar" los libros, pero en el caso de Alicia García Núñez he decidido mancillarlo sin dudar, repasando sus contornos de verso con mi flúor amarillo. Haciendo honor a sus neones, y casi sin reparar en ello, me ha quedado iluminado por dentro. Como un códex prohibido. Quizás es que no esperaba tanta intensidad, tanta flecha certera directa al jugo poético y a mis entrañas. Y ahora va y tengo un libro de neón -el neón más alto y redentor- que dice ella. Y un no-amor que compartir.

Me he sorprendido agarrando enfebrecida una granada de mano (con corazón de neón, que decía el maestro Gurruchaga), exquisitamente montada desde la madurez y la distancia poética. Sin espita, claro, así que una debe arrojarla lejos, hacia los más adentros para dejar que estalle, vulnere o mutile algo de lo que nos queda de fe en el amor y en el futuro. [...]

Me he leído este volumen muchas veces. Me lo he llevado a la cama,Cuaderno Caníbal nº5, unas gotas cada noche, remedando a Marilyn.Un Cuaderno Caníbal más caníbal que cualquier otro del Cangrejo, porque me ha devorado a mí y hasta las heces, y conmigo cualquier intento de reseña meditada, académica, milimetrada o racionalista. No puedo descuartizar al que me ha desollado con cariño previamente. Me dejaré llevar, entonces, por la marea de palabras, por las veces que he releído sus versos con pinchazos en el pecho, el sexo o el hipotálamo. Así que disculpen si esto es un desagradable batido de entrañas, ya intentaré dulcificar mi entusiasmo, no sea que me funda en el párrafo, de nuevo.

Después del desastre, de la falta de luz, de la oscuridad del ángel negro o de la pista en el club atiborrado de cuerpos frenéticos, nos preguntamos: “¿Dónde escondo yo estas caricias rotas/ y la misma luz queriendo aparecer?”, dándonos cuenta de que“tenemos la medida exacta para matarnos/poco a poco, sin cuidado”. Quizá por eso, Alicia tiene (y tengo) ese amor suicida al dulce poeta/pirata David González, al que le susurra: “Me atrae lo que tienes que contar/y el filo dela navaja plateada/ahí/en tus ojos”, o la mención a Panero en su “Canción para una discoteca”, todo lleno de licántropos devoradores de sueños o corduras.


Y es que en la música que nos pincha la autora, en su lista de canciones que acompañan magistralmente a los poemas, nos deja claro que “Es la electrónica un camino irreversible/y tras la muerte sólo hay loops”. Hay vacío y hay desolación tras los anuncios luminosos, las estroboscópicas luces, el deseo químico o brutal de la noche, en la vibración y el ritmo, donde “(…) el sol no mira por el cuerpo/cuando tan sólo quedan sombras/cuarteadas de neón.” Y la oscuridad nos invade.

A esta poeta la he adorado en sus versos, quizás porque ella es un“Espíritu inflamable ante quimeras:/soy la última amazona, urbanita/que perdió la última certeza”. Y eso hay que adorarlo sin tregua en este gouffre sans fin que es la emoción de los que estamos vivos, de los que luchamos contra “toda clase de manos muertas”, que decía Ezra Pound.

















Tiene la absoluta conciencia de haber errado bellamente en el amor, pero nos reclama que no temamos dejarnos arrastrar por el “dulce vicio crecido entre las sombras, / dulce veneno que sabe a cola”. Nos obliga a que miremos hacia el rompeolas y que nos arrojemos en sus espumas negras; porque allí, en la roca afilada, nos espera la emoción, la sangre que fluye y la adrenalina de estar vivos, no-muertos sin sombra. Porque la amante sigue allí y hay que continuar, porque es a ella a quién confiesa que “siempre vuelves a doler, a buscar / lo que dejaste olvidado con o sin descuido”, y aún así sigue bailando sus loops en el infierno. O como exhorta en otro momento, de un modo que hasta a mi, flasher emocional y épatant serial, me ha resultado convulsiva e imposible de no obedecer hasta el dolor: “No te permitas caer en la tentación/de no agarrar lo que te asusta/con todos tus sentidos.”

Y ella es letalmente sincera, arrebatadoramente consciente de su paso por esta tierra sin luz (“una puta de Occidente” como todxs), y se pregunta, entre azorada y triste, desnuda ante el espejo: “¿Y si no soy poeta,/qué soy?/ (…) ¿la que yerra y prosigue/y se equivoca/ (…) ¿La que siempre dispara la pregunta/ cuando nunca hay respuesta ni pistola?”. No, estimada, es usted poeta de cabo a rabo, de principio a pie de verso, porque estas preguntas que se hace, que nos hace, que nos hacemos cada día al levantarnos de entre nuestras letras o lechos, nos hacen materia fecal, poética, mano de obra barata para el Olimpo poético y, al fin y al cabo, bardos y trovadores de verdad. De los que cantaban a sus llagas o relataban batallas imposibles. La batalla del no-amor, de la sombra no necesariamente oscura, del corazón que amará de nuevo a pesar de estar cosido, lleno de puntadas y parches. Por eso se vuelve a preguntar, ojiplática de su propia resilencia emocional, “De dónde estos tics absurdos de quererte a ratos? / ¿Adónde esta puta manía de atravesarme en ti?”

[...]

He disfrutado de un modo animal, certero y sucio, con deseo de más, de este nuevo poemario de Alicia García Núñez. Si con su primer volumen “La historia sin nosotras” ya logró seducirme su manera de escribir, de encontrar lugares comunes y referentes viscerales, con el paso adelante en la madurez poética y personal de “Sombras cuarteadas de neón” me ha rendido totalmente a sus antojos literarios. Y quiero más. Porque faltan voces de amazona, con un yo poético “osado, temerario, abierto, vulnerable y a través del cuerpo”, que dice Meri Torras también en el prólogo. Una luz de neón que alumbre, de nuevo, el panorama de la poesía contemporánea, tan oscuro o con luces demasiado cegadoras. Y, claro, “Hasta aquí llegamos” y nos repetimos, como un mantra:

“Calma, no es una broma
Si nos vivimos
(o)
Esto de vivirnos.”

Txus García, poeta, rapsoda, gestora cultural y entre otras cosas autora del extraordinario poemario Poesía para niñas bien, Tits is my bowl, editado por Cangrejo Pistolero Ediciones.
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Fotografías: Benya Acame (primera), Alejandro Amorós (segunda).

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